viernes, 6 de febrero de 2009

Relatos de un minuto: Tomo 2

Flujo del mar

Sentado ahogado de obstáculo me encontré frente al mar viendo las nubes tapar al sol y a su alrededor un canto de aves extrañas por no decir más. Claro que sabía que eran gaviotas, pero el momento daba para ignorar todo, será porque solo quería sentir lo que hay sin entender nada. ¿Por qué tan solo no nos dieron el placer de contemplar? Será porque somos lo suficientemente incompetentes para comprender eso.

Adicción

No sabría decir que la adicción tomo parte de mi cuerpo, porque mi cuerpo ya no es el templo de mi cerebro, de mi ser. Está ahí, destruido, esperando ser tocado para reanimarse y sentir el éxtasis de volver estar vivo. Nuestra droga es enamorarnos de frases, situaciones, objetos, sabores, personas. ¡No suelo entender!

Bombero

Tenía a su lado una motosierra, un martillo, un lanzallamas, todo… Pero, no lograba salir. Estaba atrapado, en su propio armario vestido de bombero.

Bombero II

Salíamos corriendo al mínimo llamado, sin importar lo que fuese, ahí estábamos. A la vuelta, dejábamos a un lado nuestro traje y nos sentábamos a ver televisión. Nunca pensé que ser bombero sería tan monótono.

La saliva

Maria suele esperar a las doces para ir a dormir, antes de lavarse los dientes escribe una página completa en su diario, tapa todas las botellas de ron que suele dejar destapadas el abuelo, lustra los zapatos de su hermano para que los vuelva a ensuciar, toca tres veces la puerta de su madre para ver si todavía esta viva, baja y sube la escalera tres veces por precaución, toma las cáscaras de tomate y se las echa a la cara, deja preparado el almuerzo, come una tostada baja en calorías, se toma un café en dos minutos, reza a dios para que todo salga bien, vuelve a bajar por precaución, se acuesta y tapa sus ojos. En unos minutos se vuelve a levantar, saca un desinfectante y limpia las murallas. El abuelo todas las noches se levanta a escupir y orinar los cuartos. Es hora de dormir, suele decir.

La muerte de don gato

Antes de año nuevo siempre llegaban los típicos personajes curadillas de las poblaciones, unos pareciesen que venían de parranda por más de una semana, otros, con la ropa que solo usaban para esas fiestas, salían a celebrar sin importar la miserable vida que pasaran. Pero sentado en una banca siempre se encontraba don gato, hombre bajo y moreno que cuando oscurecía se quedaba en blanco mirando la luna. Como de costumbre, mi vieja siempre armaba otro plato y se lo dejaba a un lado antes de las doce, pero él nunca dio señales de interés. Siempre me pregunté por qué término siendo el don gato que conocíamos. Quizás lo perdió todo “familia, autos, casas, dinero” o solo terminó en la drogadicción y ese acto es solo un efecto de la pasta base que consumió antes de terminar postrado en la banca. Pero, lo extraño era que después de las doce reaccionaba, tomaba el plato y se iba sin saludar a nadie. Claro, la hipótesis de la drogadicción era la más razonable, pero, el último año antes de cambiarnos de barrio decidimos viajar a Valparaíso para año nuevo. Al regreso, supimos que don gato se suicido. Aquella noche cayó el peso de la culpabilidad de nunca haberlo integrado a la mesa del hogar.

Reacción

-¡Arranca! Escucho a lo lejos, en un lapso corto de tiempo me veo corriendo y en dos fragmentos estoy sentado otra vez. En mi mano tenía una billetera, pero no era de preocupar, era la mía. Al frente mío estaba mi compañero mirándome con ojos chinos, en segundos ríe, en otros vuelve a un estado anormal, y luego se desespera y vuelve a correr. Traté de relajarme, pero la bulla comenzaba a enfurecerme y comencé a correr detrás de él. Otra vez la misma reacción, el mismo énfasis, la misma historia y el mismo paradero. Hasta que terminamos, tenía otra billetera en mis manos, esta vez era obvio que no era mía, sentí un pequeño dolor, pero no importó. Miré a mí alrededor, paré de un golpe y me subí a la patrulla esperando otro llamado.

Amigo

Abrirme es una de las cualidades más aceptadas en mi vida, mi múltiple personalidad hace que la gente crea en mi, que me cuente de sus vidas y haga de mi persona un profundo amigo confiable. Pero, en realidad, soy un bastardo. Quizás ayude a gran parte de las personas con que hablo, pero a mi amigo, mi mejor amigo, a veces no se como hablar con él, muchas de la ocasiones he quedado en el inombrable silencio incomodo, mudo.

Relato intermedio: Llueve en febrero

Sentir que llueve en verano es la maravilla más grade luego de un atardecer o quizás el mismo estado de la estación para muchos. Seré riguroso pero todo tiene una razón. Odio despertar con el maldito sol en la cara todos los días. No se si será un efecto del calentamiento global, pero, sin salir de mi casa cada día soy más moreno. Vuelvo a odiar al sentir esa sensación de que ya es hora de acabar el sueño, la tranquilidad, el descanso porque el sol te mata. Critinquenme y diganme holgazán, pero, realmente uno de mis enemigos más profundos es el sol y si los del caribe son fanáticos de este estado "creo que son mis enemigos".