sábado, 6 de abril de 2024

Reviviendo a Bolaños en Viña del Mar

Rostros de mujeres sin tren y hombres humillados por la angustia iluminan el espacio festivo de murallas funebres, cantinezcas, de renovación gentrificada por el snobismo generacional. En la barra, mis amigos, golpeados por el alcohol no son capaces de superar el rostro traicionero de las seis. Se dejan estar, ya listos, como quien fuera un padre acostumbrado de esperar el almuerzo servido. Nada brilla alrededor, sólo la chica, la que sabe manejar los espacio y tiempo como ajedricista a sabiendas que esa noche, aun muy patética que sea la velada, elijirá enlodar y lentizar alguna alma boba. Es mujer de años, meses o días, de hombres y mujeres, su narrativa y posición facial es encantadora. Por el otro lado, un inquilino se ilusiona mientras el segundón cae, el inquilino está viviendo una experiencia única, tiene cuenta, bebe aunque no debe, se siente escuchado. La danza y el plumaje comienza, son luces, en distintas pistas, en distintas mesas, golpes tras golpes y entre más escadaloso salga del inquilino, más control para la chica para defenderse de los post créditos. Seis y media y la noche se acorta, el segundón ya apagó, en el baño yacen sus intentos de salir victorioso en una noche decadente y el inquilino con la chica celebran con la motosierra encendida. ¡Hay que irse, como se pueda!

Esta danza de ilusiones cortoplacista, de alegrias para que en un tiempo no muy lejano reventar en llanto, avivan la noche de bohemias que se congelan independiente del avance generacional. La superación moral se desgasta con el olor a cantina que atrapa para destruir el alma como quien fuera alemania occidental lamentando la caida del muro de berlin, desapareciendo del mapa las superaciones de sus propios ciudadanos. Irónicamente, de triunfalismos vivimos y esos poetas y poetizas, bellos y bellas, se han sacrificado ante la nota funebre que ellos mismos anotaron en su libreta miniatura. Las adicciones no escapan, es de vivir sin timón y en el delirio hasta angustiarse e intentar salir vivos del abismo del desenfreno.